Perdonen si me emociono
al contar lo que les cuento
si saco un mundo pa’ fuera
es porque hay un mundo
por dentro
mis tatas ya se me fueron…
y el jardín está reseco
como cuero de osamenta
los ha curtido el invierno
la mesa se aburre sola
naides le amasa en su pecho
y a la cocina e’ fierro
se le oxidan los mecheros
hay un techado de parras
que se ha transformao en cielo
con nubes e’ verdes hojas
le da sombra al patio abierto
trinando alzan el vuelo
pintan colores e’ plumas
interrumpiendo el silencio
La vieja no barre el patio
ni le riega los malvones,
el viejo no sirve copas
al patrón y a los peones,
el silencio los reemplaza,
y a mi me suenan tambores
los ladrillos derrumbaos
no separan habitaciones
la de mi hermano tapera
y la que era de los viejos
un templo sin oraciones
a la otra ni la miro,
se parece a la vida mía
encaminada al olvido
sobre un asiento e troncos
ensillo un mate e’ cuero
cosido en tientos y crines
recuerdo de tata viejo
la pava rezonga lerda
la leña se vuelve fuego
la yerba se riega
y ceba amargos…
como mis sueños
la zamba que yo más quiero
y sin embargo en mi alma
se están cantando sus versos…
la ha de estar acompañando
la vigüela del recuerdo
no nieva pero es escarcha
el color e mis cabellos,
la parca me anda rondando
como previendo el encuentro
naides le escapa a esa cita
cuando ha yegao el momento…
y si he de morir yo elijo
este lugar pa’ estar muerto
y entraré a mirar pa’ dentro!
Fidel (Bocha) García – 11/05/14
Resolución del 18-04-1901
Se ha autorizado a la empresa del Ferrocarril del Sur, para denominar El Perdido a la estación que ha construido en la línea de Tres Arroyos entre Aparicio y Cnel. Dorrego, la nueva estación se ubicaba a la altura de la posta La Flor de El Perdido, por donde cruza el pequeño arroyo que identifica a la población. En 1928 y por el lapso de 69 días, la estación ferroviaria se llamó Francisco Meeks, nombre que fue rechazado, aceptándose el de José Antonio Guisasola hasta que en 1986 se determinó que la localidad llevaría el nombre de El Perdido, Estación José A. Guisasola.-
Por mi “pueblo casa”
pasaba un pentagrama de acero,
hasta que un hada Semifusa
le escondió tres líneas Blancas
a los habitantes de
El Perdido
le conmovieron
esas dos paralelas huérfanas,
que quedaron infinitas
atravesando este pago,
después de aquel
sortilegio
decidieron ponerlas bajo su protección,
las regaron con agüita de la fe,
las abonaron de esperanzas
y les regalaron el nombre que necesitaban
para bautizar su casona
“Estilo Ingles”,
donde morar, recibir visitas
y crecer en amigos
un pianista trotamundos
vestido de mameluco
y gorra azul
le puso ruedas
a su instrumento
lo montó sobre esas rectas
de luz,
le enganchó un montón
de partituras con asientos,
cargó un número infinito
de melómanos
y los llevó
de canción en canción
atravesando
la pampa húmeda.
en las noches de verano
las chicas de mi pueblo,
los niños y los ancianos
se llegaban hasta la estación
a esperar la llegada del piano
primero
su penacho de humo negro,
luego
sus bocanadas de vapor
y por fin,
su melodía de pitidos
el percusionista Jefe
a cargo de recibirlo
le hacia la segunda voz
tañendo
la campana de bronce
el pianista
dejaba de echarle
carbones y corcheas
al rojo vientre de cuerdas,
y así pasaba
de un “allegro ma non tropo”
a un “adagio”
y se detenía
justo “ a tempo”
besando el andén
los melómanos
subían y bajaban;
iban de una canción a otra
hasta encontrar
su destino musical
Mi “pueblo casa”
estaba de fiesta,
todos amábamos
al piano
Pero un día,
un “presidente sordo”
nos quitó el piano,
las partituras;
y ya no hubo más música
en nuestro oídos
hoy mi “pueblo casa”
agoniza recuerdos,
y carga en su
impotencia,
una tristeza muda
Sus noches,
ya no tienen aquellos sones
de pitidos,
ni ecos
de campanas.
alguien, nos mintió
progreso.
alguien, nos robó
futuro
los yuyos del olvido
no llevan ni traen
melómanos
las chicas se hicieron
solteras,
los niños se hicieron
enanos,
los viejos se hicieron
autistas
y ya no cuentan mas historias;
son estatuas de sal
congeladas
en los bancos de la plaza
en la vieja estación
un farol roto,
un cartel despintado
y un molino sin su rueda
nos recuerdan
que una vez,
vivimos esperanzas.