Biblioteca Popular José A. Guisasola




Cuando te sorprenden las ganas de vivir, no hay nada que pueda detenerlas. Llegan, se meten en tu vida, se mezclan, se funden, te vuelven otro ser. Son impredecibles, exultantes, intrépidas y parecen tenerlo todo permitido.

Ellas pueden desnudarte, dejar tu alma expuesta y tu cuerpo sin ropas. Pero en el mejor momento, cuando creías que todo estaba bajo control y que podías vivir en su compañía desaparecen, se disuelven en el aire, se esfuman y aquella realidad que parecía palpable y que podías guardar entre tus manos, se escurre como agua.

La incomprensión te ahoga, todas las preguntas parecen no tener respuesta, no hay nada que puedas hacer para recuperar aquel estado de plenitud, de alegría, de bienestar. Buscás en todos lados y en el espejo, ahí eran que solían esconderse siempre, pero no esta vez.

¿Dónde están? Tal vez ni siquiera puedas imaginarlo. Ellas son libres, vuelan de flor en flor como las mariposas, revolotean con sus alas derramando mieles, quizás ahí está el secreto. Las ganas de vivir se parecen a las crisálidas en plena metamorfosis.

No hay nada que pueda indicarte dónde se fueron a volar, ni siquiera las hermosas flores. Esas sensaciones únicas que nos interceptan sin preguntas se van sin respuestas. Se escapan de nosotros en el mismo instante que parecíamos tenerlas, que necesitábamos sentirlas para sabernos seguros, confiados y menos solos.

Vienen para enseñarnos, para que podamos descubrir cada potencial, todo lo que somos y lo que somos capaces de hacer. Son la felicidad en cuenta gotas, son los momentos felices, son risas compartidas, son esperas donde el corazón late y las tripas se estrangulan, son la alegría y el llanto mezclados casi en la misma proporción.

Son la vida misma en pedacitos. Vale la pena haberlas tenido cerca, haberlas disfrutado y si nunca regresan, retornarán otras nuevas, con la piel erizada, con la sangre corriendo por las venas y quizás con la certeza de que nunca se volverán a ir.

Cuando las tengas cerca, no las encadenes, no procures guardarlas para el mejor momento…disfrútalas sin preguntarte y sin obligación. Siempre están ahí esperando que te atrevas a ser feliz.

Si ellas te buscan, entrégate y vívelas sin preguntas, sin rodeos, sin miedo. Las ganas de vivir son como el amor cuando se ríe, como el viento cuando te despeina, como la lluvia cuando te moja de la cabeza a los pies y se mete por el hueco de tus zapatos.

Cuando te llamen, abrázalas y por nada las dejes escapar, muchas veces suelen cansarse de tus inseguridades. Tal vez algún día no vuelvan a buscarte.


Claudia De Angelis
Buenos Aires, Argentina.


Pintura: Conrad Roset



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Claudia De Angelis.

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